La Caza de Brujas.

La caza de brujas es la búsqueda de brujos, brujas o evidencias de brujería, que llevaba a acusar a la persona de brujería, a un juicio y finalmente  condenada. Muchas culturas, tanto antiguas como modernas, han acusado de brujería con miedo supersticioso y han castigado, o incluso asesinado, a los presuntos o presuntas practicantes.

La caza de brujas como fenómeno generalizado es característica de la Europa Central a inicios de la Época Moderna. La persecución masiva de mujeres (puntualmente también menores y hombres e incluso animales) por la Iglesia y sobre todo por la justicia civil, fue la idea, extendida entre teólogos y juristas, de una conspiración del Demonio para acabar con la Cristiandad.

Las cazas de brujas todavía ocurren en la actualidad y suelen clasificarse dentro del llamado pánico moral. De forma general, el término ha llegado a denotar la persecución de un enemigo percibido (habitualmente un grupo social no conformista) de forma extremadamente sesgada e independiente de la inocencia o culpabilidad real.

 

La Antigüedad La creencia en magos se puede documentar en las grandes culturas del pasado. Las artes mágicas eran observadas de cerca en la época y a menudo se temía que fueran magia negra. Tanto en el Código de Hammurabi (la prueba del agua) de Babilonia como en el Antiguo Egipto se castigaba a los magos. Sin embargo nunca llegó a una persecución masiva de presuntas brujas, como se realizaría más tarde a comienzos de la Época Moderna.

La Biblia, sobre todo el Antiguo Testamento, prohíbe la magia: «No realizaréis adivinación ni magia» (Levítico 19,26; Deuteronomio 10,10). Además llama a la persecución de la magia: «Los magos no los dejarás vivir» (Éxodo 22,17). Esta formulación fue traducida, de forma gramaticalmente correcta, más tarde por Lutero como «Las magas no las dejarás vivir». Pero brujas, en el sentido moderno, no aparecen en la Biblia, lo que no evitó que los teóricos de la brujería usaran estas menciones como prueba de su existencia y para su condena.

En cambio, los Reyes Magos que rinden homenaje al niño Jesús (Evangelio de Mateo 2,1-2), no son realmente hechiceros o adivinos; el original griego utiliza la palabra magi, que en ese entonces designaba más bien a sabios y científicos, más que a brujos.

La Iglesia primitiva en general no participa de estas persecuciones, sin embargo, el martirio de la filósofa neoplatónica Hipatia por una turba cristiana en el año 415, confundida en su ignorancia ante los vastos conocimientos de la filósofa. Este hecho fue condenado oficialmente por la Iglesia como una gran vergüenza. No había entonces una persecución explícita, aunque ya la Iglesia primitiva rechazaba las prácticas y el pensamiento de la brujería como una superstición (Canon episcopi).

La Edad Media Los germanos antes de su conversión al cristianismo conocían la quema de los magos que realizaban encantamientos perjudiciales. Sin embargo en la Baja Edad Media carolingia no hubo caza de brujas. De hecho, el Concilio de Paderborn del año 785 castigaba tanto la creencia en brujas como su persecución:

"Quien, cegado por el Demonio, cree como los paganos que alguien es una bruja y come a personas, y la queme por ello o deja comer su carne por otros, será castigado a pena de muerte."

Carlomagno lo validó con una ley, probablemente relacionada con las prácticas paganas de los sajones contra las que el rey luchaba en la década de los años 80 del siglo VIII.

En Hungría se refieren a ellas en latín como strigis y temprano en la Baja Edad Media, el rey Colomán de Hungría (1095-1116) sancionó en uno de sus libros de ley un artículo que rezaba: "De strigis vero, quae non sunt, nulla quaestio fiat" ("Sobre las brujas, ya que éstas no existen, no se harán examinaciones indagando por ellas"). Tras esto fue el reino cristiano y católico húngaro una de las excepciones durante la época medieval en donde la brujería no fue perseguida. 

 

En Alemania, las primeras pruebas de la existencia de la palabra bruja, Hexe, aparecen en los Frevelbüchern (leyes) de la ciudad de Schaffhausen de finales del siglo XIV (1368/87) como ha demostrado Oliver Landolt. En Lucerna aparece la palabra por primera vez en 1402.

Inquisición

Las primeras condenas de brujos y brujas se realizan en el siglo XIII, con la aparición de la Inquisición, cuya actividad principal no es la brujería, sino los herejes.

La brujería no resultaba inicialmente un peligro tan grande como las demás herejías medievales. La cuestión aparece aclarada en las instrucciones del Papa Alejandro IV del 20 de enero de 1260 a los inquisidores, de forma que las brujas no deben ser perseguidas de forma activa, sino sólo bajo denuncia. Los procesos contra brujos y brujas deberán ser relegados sin falta tiempo: la lucha contra las herejías tiene prioridad. Más tarde, la Inquisición incluso condenaría los procesos a brujas.

La caza de brujas en la Europa moderna

Resultado de imagen de martin le franc le champion des damesVuelo de las brujas de Vaud. Miniatura en un manuscrito de Martin Le France, Le champion des dames, 1451.

 

La llamada caza de brujas por excelencia se realizó a comienzos de la Época Moderna sobre todo en Europa Central. Se basaban, principalmente, en un fenómeno de histeria colectiva contra la magia y la brujería, que convirtió la magia en un delito y tuvo como consecuencia recriminaciones, denuncias, procesos públicos en masa y ejecuciones.

Investigaciones recientes muestran que frecuentemente se sospechaba de brujería en mujeres viejas y en las personas socialmente más débiles. A menudo bastaban rumores o denuncias para poner en marcha la maquinaria judicial, que llevaba a conseguir confesiones falsas a través de la tortura.

Silvia Federici, (Italia, 1948), en su libro Caliban y la bruja, defiende la teoría según la cual "La caza de brujas está relacionada con el desarrollo de una nueva división sexual del trabajo que confinó a las mujeres al trabajo reproductivo" y en concreto con los inicios del capitalismo que requería acabar con el feudalismo y aumentar el mercado de trabajo. Federici sostiene que la irrupción del incipiente capitalismo fue "uno de los periodos más sangrientos de la historia de Europa", al coincidir la caza de brujas, el inicio del comercio de esclavos y la colonización del Nuevo Mundo. Los tres procesos estaban relacionados: se trataba de aumentar a cualquier coste la reserva de mano de obra.

 

La imagen de la bruja

A finales de la Edad Media empezó a configurarse una nueva imagen de la bruja, que tiene su principal origen en la asociación de la brujería con el culto al Diablo (demoniolatría) y, por lo tanto, con la idolatría (adoración de dioses) y la herejía (desviación de la ortodoxia). Una vez que se estableció la relación de la brujería con el culto diabólico pasó a ser un asunto de interés directo tanto para la Iglesia del reino, encargada de mantener la ortodoxia, como para las autoridades civiles.

Aunque el primer proceso por brujería en que están documentadas acusaciones de asociación con el Diablo tuvo lugar en Kilkenny, Irlanda, en 1324-1325, solo hacia 1420-1430 puede considerarse suficientemente consolidada la imagen de la bruja presente en la inmensa mayoría de las "cazas de brujas" de la Edad Moderna en Europa. 

Creencias establecidas:

  • Se atribuía a los acusados de brujería un pacto con el diablo.
  • Se creía que al concluir el pacto, el Diablo marcaba el cuerpo del brujo o bruja, y que una inspección detenida del mismo podía permitir su identificación como hechicera.
  • Mediante el pacto, la bruja o brujo se comprometía a rendir culto al Diablo a cambio de la adquisición de algunos poderes sobrenaturales. Entre estos poderes estaba, lógicamente, la capacidad de causar maleficios de diferentes tipos, que podían afectar tanto a las personas como a elementos de la naturaleza
  • Junto a estos supuestos poderes se consideraba también a las brujas capaces de volar (en palos, animales, demonios o con ayuda de ungüentos), e incluso el de transformarse en animales (preferentemente lobos).
  • No todos los teólogos de la época creyeron en la realidad física de los vuelos y metamorfosis de brujas y brujos: algunos los atribuían a ilusiones o ensueños inducidos por el Diablo.

El Aquelarre, pintura negra de Francisco de Goya.

 

 

Según estas creencias, las brujas y brujos acudían en determinadas fechas a reuniones nocturnas denominadas "aquelarres", a las que se desplazaban en ocasiones por medios ordinarios y otras veces de forma sobrenatural. En los tenían lugar ceremonias que eran básicamente una inversión sacrílega de aspectos de la liturgia cristiana, reinaba la promiscuidad sexual, y se realizaban actividades repulsivas (las acusaciones más frecuentes eran las de infanticidio y canibalismo infantil). El Diablo (descrito de muy diferentes formas: a veces con forma humana, pero también frecuentemente de macho cabrío u otro animal), era adorado por las brujas y brujos (con ceremonias como el llamado "osculum infame").

No todos los sospechosos de brujería eran mujeres (hubo un significativo porcentaje de hombres procesados y ejecutados por delitos de brujería), pero se consideraba a la mujer más inclinada al pecado, más receptiva a la influencia del Demonio, y, por tanto, más proclive a convertirse en bruja. El concepto de brujería en la Edad Moderna tiene un fuerte carácter misógino.

Este estereotipo negativo de la bruja tiene estrechos puntos de contacto con las imágenes igualmente negativas adjudicadas históricamente a herejes y a judíos. Muy revelador es el nombre de "sabbat" (el sábado hebreo) para designar las reuniones de brujas.

De gran significado era la idea de una confabulación de brujas. De la transformación de prejuicios que se había tendido contra los judíos durante siglos, se formó la imagen de una «Synagoga Satanae», Sinagoga de Satanás, que más tarde se llamaría sabat de las brujas o aquelarre. Se pensaba que se trataba de una reunión orgiástica en la que se escarnecía a Dios y a su Iglesia. La misma existencia de la Cristiandad estaría amenazada por esta secta de brujas.

los libros contra la herejia florecieron y el primero en alcanzar gran repercusión, gracias a la reciente invención de la imprenta, fue el Malleus Maleficarum ("Martillo de las brujas", en latín), un tratado sobre demonología y manuales para inquisidores que se publicaron desde finales del siglo XV hasta avanzado el siglo XVII, filosófico-escolástico desapasionado y racional publicado en 1486 por dos inquisidores dominicos, Heinrich Kramer (Henricus Institoris, en latín) y Jacob Sprenger. El libro no solo afirmaba la realidad de la existencia de brujos y brujas, sino que afirmaba que no creer en brujas era un delito equivalente a la herejía: «Hairesis maxima est opera maleficarum non credere» (La mayor herejía es no creer en la obra de las brujas). El Malleus llegaría a ser el manual más utilizado en la caza de brujas en los estados católicos del Sacro Imperio Romano Germánico, a pesar de que constaba en el Index de libros prohibidos por la Iglesia Católica.

Otro libros de gran importancia:

  • El Tractatus de Hereticis et Sortilegiis, publicado en 1524 por Paulus Grillandus.
  • La bula Summis desiderantes la bula papal contra la brujería redactada por Heinrich Institoris en 1484 y firmada por el Papa Inocencio VIII
  • La Summis desiderantes, sólo tuvo una influencia duradera en los territorios católicos, pero fue apoyada y aceptada por las demás iglesias occidentales: luteranos, reformados, anglicanos y puritanos. 

La posición de Lutero frente a la caza de brujas: Lutero, Zuinglio y Calvino estaban convencidos de la posibilidad del pacto con el Diablo, de tener sexo con el Demonio y de la magia negra, y apoyaba la persecución judicial de magos y brujas.

La afirmación del Antiguo Testamento «los brujos no deberás dejar con vida» tenía toda validez para Lutero. La cuestión está clara en su prédica del 6 de mayo de 1526 sobre la frase en la que muestra su profundo rechazo al mal de la brujería y justifica el implacable enjuiciamiento de las mujeres sospechosas:

 "Es una ley muy justa, que las brujas sean muertas, porque producen muchos daños, lo que ha sido ignorado hasta el presente, pueden robar leche, mantequilla y todo de una casa... Pueden encantar a niños... También pueden generar misteriosas enfermedades en la rodilla, que el cuerpo se consuma... Daños los producen a cuerpo y alma, dan pociones y encantamientos, para generar odio, amor, tormentas y destrozos en las casas, en el campo, que nadie puede curar... Las magas deben ser ajusticiadas, porque son ladronas, rompedoras de matrimonios, bandidos, asesinas... Dañan de muchas formas. Así que deben ser ajusticiadas, no sólo por los daños, sino también por que tratan con Satanás."

 

  

Lutero era un claro partidario de la pena de muerte para la magia negra, con un fuerte acento misógino. En su prédica del 6 de mayo de 1526, Lutero afirma cinco veces «deben ser ajusticiadas». Sin embargo, Lutero no era un cazador de brujas celoso.

Innumerables teólogos, predicadores y juristas luteranos se refirieron más tarde a las contundentes afirmaciones de Lutero. Hasta la actualidad existen referencias a la brujería y a la magia en el Pequeño Catecismo de Lutero y en Catecismo reformado de Heidelberg.

 

Desarrollo de los procesos

La persecución contra la brujería se realizaba, al contrario que en el caso de la Inquisición, por juzgados civiles y en muchos casos por denuncias populares. Un ejemplo conocido es el de la madre de Johannes Kepler, que fue acusada de brujería en una zona alemana protestante por una vecina en 1615 a causa de un disputa entre ambas. Estuvo presa más de un año, amenazada de tortura, pero fue finalmente liberada gracias a los esfuerzos del hijo.

 

Los procesos en caso de brujería se hacían según el siguiente sistema:

  • Prueba del agua, portda del escrito de Hermann Neuwalt, Helmstedt 1581

.Resultado de imagen de Hermann Neuwalt, Helmstedt 1581

  • Acusación. A menudo precedía a la acusación una fase de rumores que podía durar años. La acusación podía ser debida a una denuncia de una bruja o brujo que ya había sido detenido, posiblemente bajo tortura. Rara vez se permitía a las presuntas brujas una defensa.
  • Detención. Las cárceles, en el sentido moderno, todavía no existían, por lo que se mantenía a los presos en mazmorras o torres.A menudo eran simples torres de las murallas de la ciudad.
  • Interrogatorio. Normalmente se distinguían tres fases: el interrogatorio por las buenas, el interrogatorio con explicación y muestra de los instrumentos de tortura y el interrogatorio doloroso, en la que se empleaba la tortura. En los casos de procesos por brujería la limitación a una hora no era respetada, ya que se trataba de crimen exceptum (crímenes excepcionales), lo que exigía una dureza especial. A menudo se empleaban las empulgueras, la rueda, el potro y la bota española. Tampoco se respetaba la regla habitual de que sólo se podía torturar a un preso tres veces y, si hasta ese momento no se había producido una confesión, liberar al preso. En el Malleus maleficarum se recomendaba declarar la retoma ilegal de la tortura son pruebas nuevas como una continuación.
  • Pruebas a las brujas. Los procesos oficiales no preveían las pruebas de brujas, de hecho estaba prohibido su uso. Sin embargo muchos tribunales en diversos lugares emplearon este elemento. La valoración de las pruebas era tan distinta como su empleo. A veces se empleaban como prueba fuerte, a veces como prueba débil. Las siguientes son las más conocidas:
    • Prueba del agua (judicium aquae, también llamada baño de la bruja), de la que existían dos variantes. Con agua caliente, el acusado debía sacar un objeto del agua hirviendo. Con agua fría, se descendía a la víctima atada a un pozo y si se hundía resultaba inocente (proceso en el que podía morir ahogada).
    • Prueba del fuego (empleada rara vez) agrupa a diversas pruebas en las que la bruja o brujo tenía que andar sobre o transportar hierro candente o meter la mano en el fuego.
    • Prueba de la aguja. Si se encontraba una marca del Demonio, se pinchaba con un hierro. Si la zona sangraba se consideraba buena señal.
    • Prueba de las lágrimas, puesto que se creía que quien ejercía la brujería no podía llorar.
    • Prueba del peso, porque se afirmaba que una bruja o brujo no podía pesar más de 5 kg., ya que tenía que poder flotar (prueba del agua) y volar.
    • Confesión. A comienzos del Renacimiento, nadie podía ser juzgado sin confesión – lo que también era válido para los casos de brujería. Pero, debido a que se ignoraban las habituales reglas durante la tortura, la probabilidad de obtener una confesión se multiplicaba enormemente con respecto a los procesos normales.
    • Interrogatorio para obtener cómplices. Ya que según la ciencia de la brujería, las brujas debían encontrarse en aquelarres y por lo tanto una bruja debía conocer a otras. En un segundo interrogatorio se preguntaba a las acusadas por los nombres de otras brujas o brujos, a veces bajo nuevas torturas. Así se alargaba siempre más la lista de sospechosas, ya que, bajo tortura, siempre se acusaba a más personas. El resultado eran procesos en cadena.

Condena.

Ajusticiamiento. Al delito de brujería le correspondía muerte por fuego, es decir, la hoguera, en la que eran quemadas vivas. Como acto piadoso se consideraba el cortar la cabeza o ahogar no sin antes colgar un saco de pólvora al cuello.

Procesos célebres

En Francia, un caso muy representativo es el conocido como el de "los demonios de Loudun" (1634), en el cual el sacerdote Urbain Grandier fue acusado de brujería por las monjas ursulinas del convento de Loudun, localidad cercana a Poitiers. En este caso hubo claras motivaciones políticas, ya que Grandier era un conocido opositor al cardenal Richelieu. El acusado murió en la hoguera tras haber sido torturado.

Otro caso de Francia, fue el de Juana de Arco; acusada de brujería por oír angelicales voces en su cabeza, y tener visiones, supuestamente enviadas por el mismo Dios, o por algunas vírgenes o santos. Juana no fue solamente acusada de herejía, sino también de blasfemia (Por negar ser una bruja), y lesbianismo, ya que, estando presa en una torre en Ruan, los ingleses la despojaron de sus ropas, la violaron, y la obligaron a vestirse con una armadura de hombre. Luego llamaron a uno de los que cuidaba su celda, y le dijeron que Juana había hecho aparecer la ropa de hombre con ayuda demoníaca.

En Inglaterra, las persecuciones de brujas más famosas fueron las llevadas a cabo por Matthew Hopkins en los condados de Suffolk y Essex, entre los años 1644 y 1646, en plena Guerra Civil Inglesa. Se calcula que Hopkins envió a la muerte a unas 200 mujeres.

En las colonias inglesas de América (futuros Estados Unidos), alcanzó gran celebridad el caso de las "brujas de Salem" (1692), que se saldó con la ejecución de 25 personas, en su mayoría mujeres. Este caso fue llevado al teatro por el dramaturgo Arthur Miller, en su obra Las brujas de Salem, o en inglés, The Crucible (1957).

En Friul, en el norte de Italia, tuvieron lugar entre los años 1575-1580, varios procesos por brujería a miembros de una secta conocida como los "benandanti", que afirmaban que, mientras dormían, sus espíritus salían a combatir contra las brujas. Los benandanti se consideraban a sí mismos buenos cristianos. Sus prácticas, sin embargo, según su principal estudioso, Carlo Ginzburg, parecen estar relacionadas con antiguos ritos de la fertilidad.

 

Las víctimas

El número total de víctimas de la caza de brujas no puede ser establecido de modo completamente fiable, debido a que una gran cantidad de actas de juicios se han perdido, y muchos procesos no se registraron nunca de forma oficial.En la actualidad existe un cierto consenso, basado en las cifras parciales de que se dispone, en que el número total de procesos en Europa para toda la Edad Moderna debió de rondar los 110.000, que habrían producido unas 60.000 ejecuciones.

Es muy probable que la mayoría de las víctimas fuera absolutamente inocente de practicar la magia, y su acusación respondiera únicamente al hecho de haber sido delatadas por otros procesados sometidos a tortura, o a la reacción de la comunidad ante un hecho aparentemente inexplicable. Se debate actualmente hasta qué punto algunas de las actividades atribuidas a la brujería, como la asistencia a los aquelarres, tuvieron lugar en realidad, o son producto de la aplicación sistemática de la tortura a los acusados.

 

La inmensa mayoría de las personas procesadas por brujería fueron mujeres. En la mayoría de las regiones de Europa, la proporción de mujeres sobrepasó el 75%, y en algunas llegó incluso al 90%. Esto se explica en gran medida por el fuerte carácter misógino de muchos de los tratados sobre la brujería escritos en la época (como el antes mencionado Malleus maleficarum), que consideraban a las mujeres moralmente más débiles y presa más fácil para el Diablo. Muchas de estas mujeres eran curanderas, aunque también cocineras y comadronas, así como las encargadas de cuidar niños, fueron objeto de la caza de brujas. Gran parte de ellas eran de edad avanzada, mayores de 50 años, lo que se ajusta al estereotipo tradicional de la bruja. La mayoría de las mujeres acusadas de brujería eran solteras o viudas, y en general pertenecían a los niveles más bajos de la sociedad.

No quiere esto decir que todas las personas ejecutadas en las cazas de brujas se ajustaran a este perfil. Muchos hombres fueron también ajusticiados bajo las mismas acusaciones, y en algunas regiones (en España, por ejemplo) el número de víctimas masculinas y femeninas fue bastante parejo, y en otros (como en Rusia) los hombres fueron mayoría.

En Suiza hubo dos casos en los que se acusó y se llevó ante el juez a grupos de niños. En el primer proceso, los niños no fueron liberados hasta que intervinieron inquisidores de Roma. En el segundo, el tribunal civil obligó a los padres a elegir entre expulsar de casa a los niños y presentar un certificado de su muerte o envenenar ellos mismos a sus hijos. Parece ser que muchos padres efectivamente envenenaron a los hijos.

Sobre todo durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) causó estragos la caza de brujas. La guerra, que se dirigía hacia su punto máximo, había devastado los campos, destruido las casas y decimado a la población. El hambre y las enfermedades cobraban muchas vidas. Precisamente en este tiempo de guerra, mucha gente sospechaba de brujería y las denunciaba ante tribunales.

Una de las últimas mujeres acusadas de brujería fue Anna Schnidenwind, que fue ajusticiada el 24 de abril de 1751 en Endingen am Kaiserstuhl. Posiblemente la última muerte de una bruja en territorio del Sacro Imperio fue en 1756 en Landshut. El 4 de abril de 1775 se procesó a Anna Schwegelin en la colegiata de Kempten en el Allgäu. La sentencia del príncipe abad Honorius von Schreckenstein, al que gracias a un privilegio imperial le correspondía sentenciar en temas religiosos y civiles, no se llevó a cabo por razones desconocidas. En Suiza, la última bruja, Anna Göldin, fue ajusticiada en junio de 1782.

La última muerte documentada de una bruja en Centroeuropa fue en 1793 en la el Gran Ducado de Posen. Pero aun en 1836 una presunta bruja fue sometida a la prueba del agua por los pescadores de la península de Hel. Ya que la bruja no se hundía, la ahogaron a la fuerza.

 

Distribución geográfica

 

La zona de Europa en la que hubo menos ejecuciones por brujería fue la región mediterránea. Si se excluyen las regiones alpinas de lengua italiana, entre Italia, España y Portugal (incluyendo los territorios ultramarinos en América de estos últimos) la cifra es muy baja: alrededor de 500.Esto no quiere decir que la brujería no se persiguiese en estos territorios: el número de procesos fue bastante elevado, pero el porcentaje de ejecuciones sobre personas encausadas fue muy bajo.

Esto significa que en los países mediterráneos los procesos de brujería fue tratada con bastante templanza, a diferencia de lo que ocurrió en otros lugares de Europa. La mayoría de los delitos juzgados en España, por ejemplo, fueron castigados con penas menores. Destaca especialmente la templanza con que la Inquisición llevó a cabo estos juicios, ya que la proporción de ejecuciones en procesos juzgados por los tribunales inquisitoriales es bastante menor que la de los juzgados por tribunales civiles. Además, en España no llegaron a existir cazas masivas, con la posible excepción de los procesos de Zugarramurdi (1610), en los que fue precisamente la Inquisición la que extinguió la psicosis que se había desencandenado por la intervención de los tribunales ordinarios.

 

La lucha contra la caza de brujas

Las críticas a la caza de brujas comenzaron prácticamente al mismo tiempo que las persecuciones de la Édad Moderna. Al principio había sobre todo recelos por parte de los jueces y la administración por la creación de un sistema de juicios extraordinarios paralelo a los órganos jurídicos estatales.

 Friedrich Spee von Langenfeld, catedrático en la Universidad Alma Ernestina en Rinteln, que escribió Cautio Criminalis en 1631. Fue un jesuita y poeta alemán, reconocido por haberse opuesto a los juicios por brujería. Spee fue la primera persona de su tiempo que habló fuertemente y con argumentos contra la tortura en general. Puede ser considerado como la primera persona que proporcionó buenos argumentos para demostrar por qué la tortura no es el método correcto para obtener la verdad de alguien que se encuentra en un cuestionamiento doloroso. Fue el más influyente, aunque no el único, entre los que atacaron los procesos de brujos. Su libro era la respuesta a la obra estándar de la teoría de la brujería Processus juridicus contra sagas et veneficos, escrita por su colega en la universidad Hermann Goehausen en 1630.

El sacerdote protestante Anton Praetorius, predicador en la corte del Príncipe en Birstein, se comprometió en 1597 con la causa de las brujas y abogó por su liberación. Atacó de tal forma a los torturadores que paralizó el proceso y la última presa que seguía viva fue liberada. Es el único caso documentado en el que un religioso haya conseguido paralizar un proceso y la tortura a una bruja.

Como primero cura reformado, Praetorius publicó bajo el nombre de su hijo Johannes Scultetus en 1598 el libro Von Zauberey vnd Zauberern Gründlicher Bericht (Informe exhaustivo de magia y magos) contra la locura de la caza de brujas y las torturas inhumanas. En 1602 se atrevió a poner su propio nombre en la segunda edición. En 1613 apareció la tercera edición con un prefacio escrito por él.

En 1635, el pastor Johann Matthäus Meyfart, catedrático en la facultad de Teología luterana de Erfurt, se opuso a la caza de brujas y a la tortura con su libro Christliche Erinnerung, An Gewaltige Regenten, vnd Gewissenhaffte Praedicanten, wie das abscheuwliche Laster der Hexerey mit Ernst außzurotten, aber in Verfolgung desselbingen auff Cantzeln vnd in Gerichtsheusern sehr bescheidlich zu handeln sey (Recuerdo cristiano a poderosos regentes y predicadores con conciencia de como eliminar en serio la falta de la brujería, pero cuya persecución en cancillerías y juzgados debe ser manejada con modestia).

El Hochnötige Unterthanige Wemütige Klage Der Frommen

Unschültigen (Muy necesaria y sumisa lamentación de los piadosos inocentes) de Hermann Löher se editó en 1676, al finalizar la ola más dura de la persecución. Es relevante porque el autor ejerció en las décadas de 1620 y 1630 como voluntario en el sistema de persecución y a través de esa experiencia llegó a oponerse a la caza de las brujas. Por ello da la visión desde dentro del proceso y las luchas de poder que lo acompañan, lo que no se encuentra en textos de otros opositores.

 

La caza de brujas en la actualidad

También en regiones no cristianas o que han sido cristianizadas recientemente aparece una y otra vez la persecución de brujas, la brujería o de la magia.

Han saltado a la actualidad los casos de los niños brujos del Congo. En el norte de Sudáfrica, sobre todo en regiones de religiones tradicionales, se acusa cada año a cientos de hombres y mujeres de brujería, personas que son a menudo asesinadas por las masas enfurecidas. En Tanzania se acusa cada año a cientos de personas de brujería, que son asesinadas o mutiladas. El caso también se da en Kenia. En algunos estados africanos existen incluso leyes específicas contra la brujería.

También se conocen casos de caza de brujas en América del Sur.

En México y en algunos otros países Latinoamericanos el término "Cacería de Brujas" se utiliza de manera coloquial y popular al referirse a la especial observación de una o varias personas con el fin de detallar sus actividades con el objetivo de mostrar algún fallo referente a alguna temática en particular, sin que esto signifique algún tipo de actividad en brujería. El uso de este término se debe a la influencia estadounidense referente al Macarthismo.

                                                                                                     Luigi